Primeros Pasos
Haziel, el hijo
que Dios me dio, está comenzando a dar sus primeros pasos y como padres estamos
emocionados. Observarlo pararse por primera vez, mantener el equilibrio, y hacer uno o dos
pasos nos ha hecho hasta llorar. Es emocionante. Aunque, con esa nueva
experiencia llegan nuevos retos y caídas.
Me refiero a que el niño, para caminar, ha comenzado a golpearse al intentar andar, ya que aún
no lo hace bien. Quisiéramos protegerlo de esas caídas pero Haziel llora, se
levanta y continúa haciéndolo, porque su naturaleza le impulsa a caminar. Además, que de los golpes se debe aprender ¿no?
Este detalle
pequeño, me ha hecho pensar en el momento cuando Pedro quiso caminar en el
agua en Mateo 14:22-33. Ese suceso lo he leído mil veces, pero que ahora lo veo de otra perspectiva
ahora que mi hijo está aprendiendo a caminar.
Para Pedro no fue fácil aquella escena sobrenatural. El efecto de la realidad
con la confianza en Dios impactaba su mente. Esos primeros pasos estables fueron
lo máximo, increíbles, sorprendentes.
Esos pasos iniciales encima del agua, al nivel de Jesús me recuerda cuando uno acepta a
Cristo como Salvador. Nos bajamos de la barca de la vida antigua y nos paramos
frente a frente con El Príncipe de Paz. Inquietos por aquel evento, llenos de esperanza, perdón y amor celestial, damos nuestros primeros pasos en fe. Lentos,
pero firmes, con nuestra mirada puesta en aquel que hace lo imposible (Heb. 12:1).
Sin embargo, como
Pedro, en ese caminar de fe comenzamos a apartar la mirada de lo sublime,
perfecto y todo poderoso para clavar los ojos en lo natural. Volteamos para ver de dónde venimos, las circunstancias ahora nos parece más racional que Espiritual. Por ende, la gravedad hace lo suyo. Nos hundimos.
El apóstol Pedro,
con todo y que pudo ver al Hijo de Dios cara a cara (Mat. 14:22), su fe declinó. Desesperado y
aterrado, observa que no debió haber hecho aquella estupidez: Dejar de mirar al
que todo lo puede.
En el camino de
la fe, ocurre igual, se comienza bien pero llega el momento donde se flaquea.
El apartar la vista de Jesús trae consecuencia, incluso la muerte, ya que no se
está caminando sobrenaturalmente porque algún esfuerzo humano que hagamos, sino
por medio de la Voluntad y Poder de Dios, a través de Su hijo. Entonces, no
depende de nosotros sino de él.
Lo interesante es, que de la misma forma como yo -el papá- tengo levantar a mi hijo para que
siga su camino y aprenda a caminar; así mismo, Jesús está delante de ti y de mí
para tomarnos de la mano y salvarnos (Mat. 14:31). Su brazo fuerte nos levanta, nos limpia y
nos hace continuar.
Podemos apartar
la mirada de Cristo, podemos hundirnos en diversas vivencias humanas, podemos
estar desesperados y angustiados. Pero tenemos que gritar: ¡Jesús Sálvame! Ese
llamado de auxilio demuestra mi falta de fe y mi necesidad de ayuda Divina,
sino lo hacemos pudiésemos llegar hasta el fondo del mar y morir.
El caminar en fe,
es como aprender a caminar en la vida. Comenzamos con gateos, luego aprender a
pararnos y equilibramos después los primeros pasos, para luego por correr hacia
Dios Padre y poder dar pasos firmes en nuestro andar diario. Incluso, habiendo
aprendido a caminar, ese decir teniendo años de relación con Cristo, podemos
tropezar y caer pero la convicción esta en que al clamar a nuestro Salvador, él
estará allí para socorrernos, levantarnos y darnos la fuerza para seguir
caminando en Fe.
Heriberto Fernández (@eltysher)
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